miércoles, 23 de junio de 2010

Camilla, la otra princesa de Gales

Se casó con el heredero al trono británico a los 57 años, una edad en la que otras personas esperan pocos cambios de la vida. Eclipsada por el fantasma de su antecesora, trata de ganarse el corazón de su pueblo con una exigente agenda oficial.
Camilla, la otra princesa de Gales  (Imagen: ARCHIVO)
Llegó a Clarence House casi sorteando las flores que los fans de Lady Di aún depositaban ante su verja. Esquivando los panes que, según una leyenda, aquellos le arrojaron como protesta. Con 57 años, y con el cuerpo y los achaques de una mujer de su edad.

Camilla Parker BowlesLa tez descolgada, todavía sin tensar por un prestigioso médico plástico de Windsor.Sin ambición por convertirse en esposa del heredero al trono. Desanimada ante la lista de tareas protocolarias que amenazaban con terminar con sus paseos campestres en impermeable y katiuscas.

"Incapaz de igualar la magia de Diana", dirían las agencias de noticias, recordando a aquella otra princesa joven y bella, propietaria de un guardarropa avalado por revistas de estilo, delicadamente esculpida en salas de musculación.

"Todo es negociable excepto Camilla"

Nada de esto importó al príncipe de Gales, que ya había advertido a su madre que todo, incluso el trono, era negociable "excepto Camilla ".

El 9 de abril de 2005, viudo y con una amplia corte de atractivas candidatas dispuestas a darle el "sí, quiero", convertía a su amante desde hacía 35 años, divorciada y madre de dos hijos, en su esposa .

Dicen que Isabel II, quien no asitió a la ceremonia civil, formuló ese día una broma en la que comparaba veladamente a su nuera con un caballo. También Lady Di había atribuido años atrás a su rival una fealdad equina (y una agresividad de rottwailler), y los medios poco afines a la hasta entonces querida del príncipe destacaban su gran simpatía por los animales (¿mayor quizá que el que profesaba por las personas?).

Camilla y Carlos

Carlos ha confesado que entre él y su pareja existe "una atracción animal".

El azote de las cámaras

Desde que se convirtió en princesa -título que no utiliza- y duquesa de Cornualles, la prensa británica ha moderado sus plumas y ha afinado su desdén. Camilla es fotografiada despeinada, justo cuando un golpe de viento hace estragos en su tocado; se cuenta, con regocijo, cómo gafó un barco al que estaba bautizando porque no logró romper la botella que había estrellado contra su casco; se distribuyen imágenes del momento en el que un perro policía decide apresarla, quizá confundiéndola con un criminal, o aquella otra en la que una locomotora empapa su cabeza con un chorro despectivo de vapor.

Camilla Parker BowlesSus visitas oficiales están lejos de provocar el fervor que arrancaban las de su antecesora, y su primer viaje a EE UU fue seguido con escasa atención por los norteamericanos, quienes obviaron los cincuenta trajes con los que pretendía impresionarlos.

Hoy, y tras una intensa campaña de imagen, las opiniones de los británicos sobre ella se tornan más favorables, aunque son sólo una minoría -capitaneada por el príncipe Carlos- los que desean que se convierta en su reina. Quién sabe si entre sus detractores figura la propia Camilla.

El adulterio fiel

Carlos de Inglaterra y Camilla Shand se conocieron en 1970 en un partido de polo, cuando él tenía 22 años y ella, 23. Dicen que una guapa Camilla se le acercó y le preguntó si sabía que el tatarabuelo de él había sido el amante de su bisabuela.

Su desenvoltura conquistó al heredero y marcó el comienzo de una relación que sobrevivió al matrimonio posterior de ella con Andrew Parker Bowles, y al de él con Diana Spencer.

Camilla y Carlos

El romance se hizo público tras la publicación del libro Diana: her story (Diana, su historia). Lady Di lo confirmaría después en una entrevista en la BBC en la que declaró que en su matrimonio "había tres personas".

Este perfil fue publicado en 20 minutos el día 2 de marzo de 2009.

miércoles, 9 de junio de 2010

Isabel Preysler: casi 60 años de glamour

Acaba de cumplir 58 años. Dosifica, con cuidado, cada una de sus apariciones públicas. De esa forma, afirman algunos, trata de evitar que se evapore su halo de popularidad.

Isabel Preysler, casi sesenta años de glamour  (Imagen: KORPA)
Era una mañana soleada, 18 de febrero de 2009, en Madrid. La señora de Boyer , probablemente, se levantó de la cama sin prisas, contemplando la luz que iluminaba ya la estancia, una de las más amplias de las trece que retrató en su día la revista Lecturas.

Quizá admiró su decoración, las cortinas, el costoso mobiliario escogido con un gusto impecable. Posiblemente se deslizó a uno de los baños, el más cercano a la alcoba, descartando así los otros trece. Acaso, antes, hojeó alguno de los periódicos que una camarera atenta había traído en una bandeja. Tal vez leyó que, ese día, cumplía 58 años.

A lo mejor en ese momento, se miró al espejo, y vigiló su rostro recién vitaminado en el instituto de Maribel Yébenes, sus manos tersas, sus piernas flacas, sus caderas de niña, mucho más estrechas que las de su hija mayor, Chábeli. Quizá pensó que lo que decía el diario no era más que una broma, como también pudieron pensarlo los lectores de Semana hace no tanto, cuando su imagen ilustraba la portada. O, también, pudo sonreír, feliz de haber ganado la batalla al tiempo, esa coordenada que hace años dejó de dictar los parámetros de su cutis y su vida, aunque siguiera haciéndolo, inapelablemente, en su DNI.

Isabel Preysler y Ana BoyerSi lo que ha desvelado a las revistas del corazón es cierto, debería beber luego un vaso de agua antes de engullir un desayuno copioso. También el resto de sus comidas serían abundantes, e incluso incluirían chocolate, una de sus pasiones. Para remediar cualquier exceso, días después realizaría una dieta depurativa consistente en consumir únicamente fruta durante 24 horas.

QUITAOJERAS, base, iluminador....

La rutina de belleza llegaría poco después: las cremas limpiadoras e hidratantes, la loción con índice solar 30, el quitaojeras, el iluminador, la base, el maquillaje siempre natural que se completa cada seis días con una visita al centro Massumeh Maíz en el que recibe tratamiento facial y masajes terapéuticos. O acaso ese día esperaba la visita de su peluquera y maquilladora, la que la atiende en las ocasiones especiales. Podría aguardarla realizando su tabla de ejercicios de estiramiento y musculación, o disputando un partido de pádel, o practicando golf.

"Isabel nunca escatima cinco minutos para dedicárselos a su piel, a su cuerpo y a su pelo", aseguraba en 2001 ¡Hola!, una de las revistas que más ha contribuido a entretejer esa imagen de la madre de Enrique Iglesias lindante con la perfección, sofisticada, educadamente exquisita, y exquisitamente prudente.

La publicación también destacaba su faceta de ama de casa y su preocupación por los hijos, acostumbrados a revolotear entre niñeras.

TRES MATRIMONIOS y dos anulaciones

Su historia en España comenzó en 1969. Procedente de una familia adinerada de Filipinas, pronto se sumergió en la jet set española para convertirse en un uno de sus más preciados iconos. Ni siquiera sus dos anulaciones matrimoniales en un país todavía receloso con el divorcio lograron arrancar grandes críticas.

En 1971 se casó con el cantante Julio Iglesias. De aquel matrimonio nacieron tres hijos -Chábeli, Enrique y Julio- que hoy viven en Miami. Después llegaría Carlos Falcó, marqués de Griñón, padre de Tamara. Cinco años más tarde, la pareja se separaba y Preysler encontraba el amor en un hombre opuesto a su mundo de revista cuché, el ministro de Economía del Gobierno de Felipe González, Miguel Boyer.

Isabel Preysler y Miguel Boyer

Aunque muchos les auguraron una pronta ruptura, todavía hoy comparten su vida, una hija -Ana- y una portada en la revista favorita de Isabel. El método que utilizó ésta para persuadir a su esposo para que posara en un medio del cuore, sigue siendo hoy un misterio.

Trabajadora ocasional

Aunque estudió secretariado internacional, nunca ejerció. Sin embargo, ha obtenido cuantiosos ingresos mediante la cesión de su imagen a numerosos productos. Así, durante años ha sido ilustre embajadora de una marca de baldosines, Porcelanosa, y recomendaba, mediante un suave seseo burgués, la compra de bombones Ferrero Rocher.

La firma Astor la escogió en 2008 para presentar una nueva línea de maquillaje rejuvenecedor con oro en su fórmula, y la joyería Suárez cuenta con ella en casi todas sus campañas.

Aparte de estas labores de representación, es difícil ver a Isabel Preysler, que dosifica cada vez más sus apariciones públicas. Un gesto con el que, algunos aseguran, trata de evitar que se disipe su halo de popularidad.

Este perfil fue publicado el día 23 de febrero de 2009 en el diario 20 minutos.