Posee un título nobiliario y otro asignado por sus amistades: el de diosa de la fiesta marbellí. A punto de cumplir 60 años, ha bajado el ritmo, pero no se ha retirado.
Eran otros tiempos. Era el principio de los años 80. Una España todavía morena y pacata zappeaba entre dos únicos canales de televisión, y descubría cómo se vivía más allá de sus fronteras a través de los episodios de Los Roper y Dallas.
Felipe González estaba a punto de relevar a Adolfo Suárez en la presidencia del Gobierno; los debates de La Clave informaban, con cautela, de las cuestiones que preocupaban a los intelectuales del país; Paloma San Basilio y su musical Evita obtenían un éxito sin precedentes, los SEAT Ritmo amenazaban con terminar con el liderazgo de los SEAT 127; Trigo Limpio representaba a España en Eurovisión y la cineasta Pilar Miró era sometida a juicio militar, meses antes su película El crimen de Cuenca había sido secuestrada por las autoridades.
Pero probablemente Gunilla, bisniesta del ‘canciller de hierro' Otto von Bismarck, sin profesión conocida y recién casada con el empresario inmobiliario español Luis Ortiz, nunca entró en contacto con ese mundo de cambios perezosos y hondos que trataban de transformar el paisaje español.
Embrujada... por el cachonde español
Por el contrario, esta ninfa rubia -casi albina, aristocrática, flaca, atractiva, nibelunga, de ojos transparentes y un poco saltones - se sumergió en la Marbella ideada años atrás por el también aristocrático Alfonso de Hohenlohe, una Marbella protagoniza por la llamada jet set y los dividendos.
A ella llegó con un objetivo claro: disfrutar de un lugar donde la gente era "más feliz, más alegre y tenía más cachondeo" que en su Alemania natal. La diversión fue también lo que la unió a su entonces marido, como confesó hace unos años a un diario andaluz.
A eso, a "vivir", se entregó en cuerpo y alma durante una década en la que organizó las fiestas más sonadas y exclusivas de la ciudad malagueña y de Puerto Banús, hasta llegar a ser coronada reina de las noches mágicas de ese rincón de la Costa del Sol.
Este territorio no fue el único que gobernó. Muy pronto, su estela dorada atrapó también a las páginas del ¡Hola! y el Diez Minutos, dos ventanas desde las que el resto de ciudadanos espiaban con cierta envidia sus bailes hasta el amanecer, sus vestidos sin tirantes, sus invitados -jeques árabes, nobles potentados y otros rostros bronceados y relucientes- y un mundo que olía a perfume caro, a risas y a prosperidad.
El ocaso del sarao marbellí
En los 90, todo cambió. Las juergas perdían fuelle a medida que los escándalos urbanísticos iban atrapando a las personalidades con las que Gunilla antes se fotografiaba.
El término jet set se antojaba ya anticuado, y fue reemplazado por otros: primero, VIP; después, "gente guapa".
Ahora cuando voy a Puerto Banús no conozco a nadie
De cualquier forma von Bismarck -quien en noviembre cumplirá 60 años - reconoce que sus antiguos compañeros de andanzas son "mayores". Ahora, cuando va a Puerto Banús no conoce a nadie y es su hijo el que frecuenta y da esplendor a los establecimientos de la zona.
Aún así, no ha perdido ni su aspecto aniñado, ni su pasión por el baile, y de cuando en cuando se deja ver por alguna inauguración de una discoteca, o algún sarao con fines solidarios, acompañada por su inseparable ex Ortiz, de quien se divorció hace más de una década, aunque siguen compartiendo su vida.
Su 50 cumpleaños lo celebró en una velada con sabor tropical, pero ya en el castillo familiar de Friedrichsruh. Quién sabe si cuando cumpla 60 decide revivir una de esas célebres fiestas que dio renombre a esa población del sur de España. Por lo pronto, el trono de Marbella sigue libre.
Este perfil fue publicado en 20 minutos el 26 de enero de 2010.